domingo, 16 de enero de 2011

DIVAGACIONES DE UN MAR ALCOHOLIZADO (Mario Morquencho León) y COMENTARIO del poeta Ricardo Musse Carrasco sobre la plaqueta





















La alegoría desoladora en la poesía de Mario Morquencho.

Ricardo Musse Carrasco.

   El poeta lambayecano –y, mejor, amigo- César Boyd me remitió un trabajo poético, estructurado por cuatro poemas, titulado divagaciones de un mar alcoholizado de Mario Morquencho, integrante, como yo, del movimiento literario Signos, y, leyéndolo, arribé a la apremiante conclusión –impostergable, además-, que ya era hora de dedicarle unas cuantas palabras a uno de los mejores poetas que han emergido últimamente (a criterio mío, junto con Luber Ipanaqué, Fabián Bruno, Luís Gil, José Abad y el mismo César Boyd) en la literatura peruana.
   En sus poemas incursionan, ensamblándose con una fluyente convergencia rítmica, y no obstante entreverar disímiles voces, distintos registros que, armoniosamente, se afincan dentro de una misma superficie ficcional; los que, a su vez, a medida que discurre el entretejido discursivo, van encapsulando las imágenes en un unitario panorama verbal.
   El poeta desborda sus versos con una desencadenante finalidad: establecer, así de simple, reveladoras analogías. Las metáforas que pronuncia son tan desnudas a nuestras percepciones, que tan pronto las leemos las decodificamos sin necesidad de abstraernos, pues están desprovistas de difusos hermetismos, y es allí donde reside el concreto magnetismo de su poesía.
   Mario Morquencho, pues, oraliza de un modo tan entrañable que humaniza los objetos y los referentes; escribiendo sin retórico esfuerzo, emergen las palabras naturalmente, y no parando de hablar hasta el extremo que la incontinencia se hace tan impúdicamente confesional, revelando descarnadas identidades, profiriendo hasta tambalearse, desinhibiéndose y alcoholizándose de revulsivas melancolías.
   Desbordados hacia estas líricas orillas, los versos dejan escapar, entre sus oceánicas textualidades, sollozos, que, a pesar del divertimiento de las rimas, todo se inunda de  tristezas que acongojan, de manera irremediable, nuestras lúgubres almas.
   Empero, el coloquialismo de Mario Morquencho no es tan horazeriano como creíamos (aunque tiene sí algunos decisivos rasgos), pues a contracorriente de su palmaria narratividad se filtran en ella, también, una virtualidad connotativa que singulariza su voz estilística.   
   En fin, estas son, insoslayablemente, mis últimas palabras: Mario, eres un poeta predestinado de la putamadre; lo único que me queda aconsejarte (si es que cabe esto en estos tiempos de insolencias y cinismos postmodernos), es que mientras vayas creciendo humanamente, es igualmente imprescindible que te vayas imbuyendo, de manera progresiva, una íntegra moralidad artística.

Sullana, 12 de enero de 2011.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario